OBEDIENCIA CIEGA



El sueño de algunos padres y madres es que sus hijos/as ejecuten sus peticiones como un principio básico. Es decir, hacer caso a la autoridad.  El ideal sería: “Cuando el padre/madre manda recoger los juguetes… el/la menor coloca todos los juegos de forma inmediata. Cuando se les pide que vayan a la ducha… los menores corren al baño. Cuando se les pide que coman… ellos/as lo hacen sin protestar, etc”. Fundamentar la crianza en modelo de "ordeno y mando" por parte de los progenitores y de "ejecución inmediata" por parte de los chicos/as, no sería tan bueno como se pueda pensar.

Es de sobra conocido, que los padres/madres y los hijos/as no deberían estar en el mismo nivel de relación, aquel error del: “soy el mejor amigo de mi hijo”. Los progenitores, en la crianza, tienen la función de orientación y supervisión que no combina muy bien en los planos de igualdad. En algunas ocasiones la orientación se puede convertir en autoridad, dado que se estima necesario utilizarla para poner cierto orden en algunos aspectos de la convivencia en familia. De base, la autoridad no ha de tener una connotación negativa, siempre y cuando sea natural y no impositiva. Cuando se busca a través de ella la “obediencia ciega” puede generar elementos de riesgo en el desarrollo de los menores.    

El experimento de Milgram  (Stanley Milgram, 1933-1984) ya se alertó de los peligros de la obediencia ciega  “…La extrema buena voluntad de aceptar cualquier requerimiento por parte de la autoridad genera peligro…”. Dependiendo de la edad de los hijos/as las autoridades serán padres, madres, maestros… pero en la medida que crezca serán amigos, actores, modelos, grupos de música, etc. ¿Qué pasará si un amigo/a, al que considera líder (autoridad), le manda pegar a un compañero/a de clase?, ¿qué pasará si su grupo de música favorito canta letras a favor del consumo de drogas?, ¿qué pasará si la actriz de moda hace apología de la extrema delgadez?.   Si un menor interioriza la conducta “autoridad-obedecer”  y no reflexiona sobre este binomio podrá cometer muchos errores, puesto que cumple una orden sin pensar en los hechos.

En alguna ocasión, para referirme a la obediencia ciega, he mencionado que los niños dóciles en casa también lo son en la calle y esto puede ser preocupante. De esta forma, los padres reflexionan que cierta “rebeldía” por parte de los menores, ante los criterios de los progenitores, puede llegar a ser producente. Cuando los padres y madres actúan de manera autoritaria y expresan una orden, lo hacen desde sus propios gustos, criterios, experiencias… limitando así, los gustos, criterios y experiencias de los hijos/as. Un ejemplo sencillo: cuando ordenamos a un hijo/a colocar el cuarto, la orden finalizará cuando el cuarto esté al gusto del padre/madre, no al del hijo/a. Colocará las cosas donde le dicen, no donde a él le gustaría que estuviesen. En cierto modo, exigimos obediencia ciega sobre nuestros pensamientos. Otro ejemplo simple: desde que son pequeños/as les marcamos como han de vestir, imponiendo, en ocasiones los gustos de los progenitores (autoridad) sobre los suyos, después cuando son adolescentes nos quejamos que visten todos según marcan las modas (modelos, cantantes, actores = autoridad). Repiten la obediencia ciega a la autoridad inculcada durante su infancia, perdiendo parte de sus propios gustos.    

Para proteger a los hijos/as de este riesgo tendremos que educar desde la obediencia reflexiva o intelectual.  Se trataría de que aprendiesen a ser obedientes desde sus propios postulados, desde las consecuencias de sus propias decisiones. Tratar de que las reglas se interioricen, comprendan y entiendan. No recojo porque es sólo una orden de mi padre/madre, sino porque entiendo que en estas condiciones no podemos entrar en el cuarto, pero como es mi cuarto, lo colocaré a mi gusto. Fomentar los propios gustos y criterios de los menores ayudará a favorecer una obediencia más intelectual y más crítica, que le ayudarán a reflexionar sobre las consecuencias de sus actuaciones. En el fondo ningún padre/madre quiere que sus hijos/as, influenciados por los demás, actúen en contra de sus propias convicciones.

En la sociedad actual, educar a nuestros hijos/as en el modelo de obediencia ciega a la autoridad, les posiciona como seres inertes. Receptores de modas, de confabuladores, de manipuladores, etc… que marcarán en cierta medida su porvenir, sin que ellos/as sean conscientes de su propio perjuicio…

Autor: Iván Castro Sánchez      

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