...SOY SU MEJOR AMIGO/A

En alguna ocasión he escuchado: “- Para tener una relación buena con  los hijos/as es muy importante ser su mejor amigo/a. Así no tendrá miedo, confiará en mí y me contará todo lo que le pasa”. De base, intentar que los hijos/as  confíen en los padres/madres y  mantener una buena comunicación en la familia, me parece perfecto. Ahora, plantearlo desde el plano de la igualdad (amigos) intuyo que es más difícil de conseguir. 

Una de las funciones universales de los progenitores es la de orientación, que en esencia sería una especie de acompañamiento compuesto por elementos educativos, emocionales, experienciales (empíricos), personales, etc., durante el desarrollo evolutivo del/la menor. Por lógica el que ejerce de orientador, debería acreditar que tiene competencias suficientes para serlo. Esto ya apunta, que para orientar es complicado hacerlo desde un plano de igualdad: “Si tengo un problema de salud, buscaré la opinión (orientación) de un profesional cualificado, no tanto la de mi mejor amigo/a.” 

Desde otra perspectiva,  uno de los componentes naturales en la elección de los amigos/as es la igualdad, que vendría a resumir aquellos aspectos por los cuales elegimos a los “colegas”: los mismos gustos, los mismos rituales,  las mismas inquietudes, las experiencias conjuntas, las mismas necesidades, etc.  En general, el nivel de amistad está relacionado con el conjunto de elementos que se tienen en común.  Es complicado mantener una amistad, en la infancia y la adolescencia,  cuando no se tienen los mismos gustos,  las experiencias de vida son diferentes,  el nivel de conocimiento no es parejo, etc. “Gustan más los amigos/as que escuchan que los que dan lecciones”.    

Desde la lógica se debería ser más padre/madre que amigo/a con los hijos/as. Ahora bien, ser tutor/a no significa no tener una buena relación con los hijos/as, no sentirte cercano a ellos/as, no saber escuchar, etc.

 ¿Se puede ser amigo/a de los hijos/as?  Existe la teoría de “la Muerte del Padre”, basada en principios Freudianos (Sigmund Freud, 1856-1939), que intenta aclarar cuándo el padre/madre puede pasar a ser amigo/a.  Ésta, establece que para ser amigo/a de los hijos/as primero se ha de morir como progenitor. Es decir, se ha de renunciar a las funciones de supervisión, orientación, evaluación, tutorización, etc. En consecuencia, a todas aquellas que tienen que ver con la crianza y el acompañamiento madurativo. El hijo/a es un ser autónomo y completo que evoluciona ya al margen  de la ayuda paternal/maternal. Al mismo tiempo, el hijo/a percibe que no necesita de la protección parental.  Tras la “muerte” renace una figura en el plano de igualdad que no juzga, entiende que su función educativa ha finalizado, que no tiene responsabilidad, etc. Es un “asesor cercano” que sólo ejerce cuando es consultado, que no se entromete en las decisiones, que no analiza si su hijo/a actúa de manera correcta, etc. Y paralelamente, el hijo/a no se percibe supervisado por sus progenitores, pero a la vez siente que sus padres/madres son elementos esenciales en su vida. Esta situación suele llegar cuando los hijos/as se independizan físicamente, psicológicamente y económicamente.  En este momento, es cuando según esta teoría los padres/madres pueden definirse como los mejores amigos/as de sus hijos/as. 

No todos los padres/madres son capaces o están dispuestos a llegar a este nivel igualitario, ya que no todos quieren renunciar a su rol parental. Así, puedes encontrarte con hijos/as totalmente autónomos e independientes que han formado sus propias familias, con progenitores que aún quieren o pretenden seguir ejerciendo las funciones de control y supervisión. Estos comportamientos pueden generar distanciamiento entre padres/madres e hijos/as. 

No se ha de tener prisa por ser los mejores amigos/as de nuestros/as hijos/as, ya que por salud familiar, estamos predestinados a serlo en un futuro. Ahora es momento de esforzarse en ser su mejor padre/madre practicando buenas  estrategias de orientación, comunicación, cohesión y afecto que les ayudarán en sus procesos madurativos. 

Autor: Iván Castro Sánchez

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