EL PASADO SIEMPRE FUE MEJOR



Cuando los adultos conversan sobre los jóvenes, aparece con cierta frecuencia la expresión “-Es que los chicos de hoy son muy…” comúnmente finalizada con algún adjetivo de tipo peyorativo.  Y algunos se atreven a añadir la coletilla de “…Nosotros teníamos más valores como el esfuerzo y el sacrificio… que ellos”. Achacándoles de alguna manera falta de actitud, de compromiso, etc. E incluso acusándoles de incapaces.
  
Tengo la percepción  que habitualmente se piensa, que los jóvenes de hoy son peores que los de antes.  Hace poco leí unas frases que decían:”…los jóvenes son unos malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes... No serán capaces de mantener nuestra cultura…“. Muchos de nosotros seguro que no las compartimos, pero admitiremos que son frases que están de actualidad. Lo curioso de éstas es que fueron encontradas en una vasija en las ruinas de Babilonia y que están datadas en más de 4.000 años. De esto concluyo que la crítica a la juventud es un hecho universal que se traslada de generación en generación.   Incluso podríamos teorizar que un indicador de pertenencia al mundo adulto sería ejercer la crítica hacia los jóvenes.   
  
Sobre la pared del despacho de mi compañera Lourdes cuelga un papel con la frase: “No existe niño difícil, lo difícil es ser niño en un mundo de gente cansada, ocupada, sin paciencia y con prisa”. Esta expresión sintetiza con genialidad el análisis de la realidad de nuestra sociedad del siglo XXI.  Si estamos cansados, ocupados, sin paciencia y con prisa no existirá un solo niño/a que no moleste, ni un solo adolescente competente.

En más de una ocasión he sido recriminado, mirado mal o peor aún, me he sentido avergonzado porque mi hija corre en un restaurante o en una tienda. Debo ser un mal padre, porque no soy capaz de evitar que ella ejerza de niña y convertirla en una adulta responsable de tan sólo 3 años. Pero claro, los menores no son capaces de empatizar con los adultos cansados, ocupados, sin paciencia y con prisa, a los cuales el comportamiento natural de un menor les parece una falta de civismo. 

Pondré un ejemplo: El pasado verano un grupo de amigos con nuestros respectivos hijos/as visitamos un centro de recuperación de lobos. Pensamos que sería una gran experiencia para los pequeños. Cuando estábamos en una caseta de observación nuestros hijos/as estaban excitados, expectantes y nerviosos por divisar a algún ejemplar. Al encontrarlo evidentemente se alborotaron. La sorpresa fue que fuimos recriminados y acusados de “malos educadores”, por parte de un monitor del centro, ya que no conseguimos que nuestros hijos de entre 3 y 7 años guardaran el sepulcrar silencio que requería la ocasión. Conclusión: Prohíba la entrada a menores de 18 años en su centro de interpretación.   

Por otra parte, que mala suerte han tenido nuestros adolescentes que con 14 años están aún estudiando y no trabajando como se hacía antes, ¿cómo van a adquirir el valor del sacrificio?. Los jóvenes son receptores de la sociedad de los adultos, pensar que ellos juegan un papel activo en el sistema es mirar de manera desenfocada. Culpabilizarlos por falta de valores es arrojar balones fuera sobre la responsabilidad de los adultos. Se estima necesario comprender que se desarrollan en la sociedad que nosotros proyectamos.

Si afirmamos que los jóvenes de hoy son peores que los de antes supondría admitir que somos peores educadores que los de antes. Quizás aquí esté el principio reflexivo: ¿son culpables de que sus progenitores tengan que trabajar los dos?, ¿son culpables de tener padres cansados y ocupados para atenderlos?, ¿son culpables de que les demos soluciones fáciles porque no tenemos paciencia para abordar las situaciones?, ¿son culpables de nuestras prisas para todo: llegar rápido, comer rápido, crecer rápido, aprender rápido…? (véase post: …Que mayor está mi niño/a).
Personalmente, sólo admitiré que los jóvenes de antes eran mejores, cuando previamente se admita que los padres de antes también eran mejores.   Y aun así, pienso que la especie siempre mejora.


Autor: Iván Castro Sánchez

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