EL ARTE DE AMARGARSE EN FAMILIA

Este post es un homenaje a uno de mis libros de cabecera “El arte de amargarse la vida” de Paul Watzlawick. Está demostrado que los pensamientos negativos influyen de manera directa en los niveles de felicidad de las personas. No solo de forma subjetiva sino principalmente en materia de neurotransmisores (endorfinas y serotoninas).
A continuación os invito a reflexionar sobre algunos errores de pensamiento (irracionales e ilógicos) que nos pueden generan malestar o desánimo en la convivencia familiar.

  • La sobregeneralización,  se produce cuando convertimos un hecho negativo en una pauta absoluta de derrota, infortunio o desgracia. Utilizamos palabras totalitarias como “siempre”, “todas”, “nada”… Ejemplo: El niño/a se muestra remolón a la hora de recoger los juguetes, inmediatamente pensamos e incluso expresamos “- Siempre igual…, nunca recoges los juguetes…, todos los días lo mismo…”. ¿De verdad que no hay un solo día que haya recogido?

  • La magnificación, cualquier error se convierte en una catástrofe, nos produce un estado emocional desproporcionado a los acontecimientos. Ejemplo: Los hermanos comienzan a discutir porque no quieren compartir un juguete, reaccionamos “- Es horrible vivir con personas que solo piensan en ellos…, que no son capaces de compartir…, que todo lo quieren para si mismos…, que nunca piensan en los demás…”.  También puede ocurrir al contrario minimización de los hechos.

  • La etiquetación, se genera cuando definimos o clasificamos, sin juicio crítico, por ideas preconcebidas. Nos centramos y exageramos las imperfecciones, defectos o errores por muy tontos o ridículos que sean. Ejemplo: Nos encontramos con un conocido por la calle y le decimos a nuestro hijo/a pequeño que salude, el niño/a no quiere hacerlo y nos excusamos diciendo que es muy tímido. Si utilizamos está etiqueta de forma habitual, ya tenemos al tímido de la familia, a partir de ahora tendrá la excusa que le permitirá actuar de forma tímida cuando le interese…

  • Las conclusiones apresuradas, generamos pensamientos sin evidencia objetiva, de forma arbitraria sin necesidad de contrastarlos. Existen dos variantes, una los padres/madres con “dotes telepáticas” Piensan que va a sucederle algo a su hijo a partir de un hecho aislado. Ejemplo: Es sábado por la noche, su hijo/a ha salido de fiesta con los amigos… Oye el sonido de una ambulancia y comienzan a recrearse en la idea que tal vez su hijo/a va dentro de ésta, a partir de aquí todo es posible…”. La otra son los padres/madres con capacidad de “lectura del pensamiento  saben lo que piensan o sienten sus hijos/as sin necesidad de comprobarlo, tienen una intuición infalible y fidedigna. Incluso son capaces de responder antes de ser preguntados… También llamados padres mentalistas.

  • La personalización, nos atribuimos pensamientos de responsabilidad ante cualquier acontecimiento negativo que le ocurra a los hijos/as, aunque se carezcan de datos que lo confirmen al 100%. Ejemplo: Desde el colegio mandan una nota informando que el menor ha sido castigado por incumplir tal norma. Comenzamos a culpabilizarnos, “- qué he hecho yo para que su comportamiento sea tan malo… - yo soy el/la responsable… - no soy una buena madre/padres…”. Deberíamos diferenciar entre ejercer una influencia sobre los hijos/as y poder controlar su conducta.

  • Las exigencias, muchos padres/madres quieren hacer las cosas perfectas, no pueden equivocarse nunca. Buscan la perfección, esto suele provocar ansiedad y frustración en todos los miembros de la familia. Ejemplo: Después de una discusión con los hijos/as: algunos padres/madres se pueden culpabilizar por enfadarse con los hijos/as. Otros/as culpabilizan a los hijos/as porque no son conscientes que los padres siempre quieren lo mejor para ellos. Las relaciones familiares deben ser flexibles, dado que en ocasiones existen excepciones y circunstancias especiales.

  • La expectativa, en ocasiones los padres/madres proyectamos nuestros sueños, gustos, experiencias… en los hijos/as. Intentando conseguir a través de ellos/as aquellas metas que no pudimos alcanzar. Ejemplo: El hijo/a ha tenido un suspenso en una asignatura, el padre temerá que ya no podrá acceder a la carrera que él quiere que estudie... Muchos entrenadores deportivos expresan las presiones que sufren los chicos/as, durante la práctica de un deporte, debido a los intereses y/o frustraciones de los progenitores. Proyectar e imponer los gustos y las ilusiones personales en los hijos/as, con mucha probabilidad, generará insatisfacción y frustración, tanto en los padres/madres como en ellos mismos.


Valorar las conductas de nuestros hijos/as desde un pensamiento taxativo y/o generar conclusiones exageradas de comportamientos o acontecimientos puntuales, son dos claros ejemplos de pensamientos extremistas y erróneos. Como escribía Paul Watzlawick: “Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta tener alguna experiencia personal con un par de contratiempos”. La convivencia en familia por si misma es compleja pero amargarnos en familia es todo un arte.



Autor: Iván Castro Sánchez 

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