PALABRAS VACÍAS


De antemano expreso que este post lo escribo desde el desahogo. Me produce cierta impotencia profesional, ver como algunas veces nos cuesta entender la relación de nuestros actos con el aprendizaje de nuestros hijos/as.


Al preguntar a algún padre/madre ¿cómo abordarías tal tema con tu hijo/a? la inmensa mayoría responde desde el diálogo. Es innegable que la comunicación es el mejor instrumento del que disponemos para relacionarnos con nuestros hijos/as. Además se ha demostrado que es más eficaz que la imposición o la orden.

Para que la comunicación tenga un verdadero significado y nos ayude en el modelado de  los menores, es necesario previamente, pararse a analizar cual es nuestra actitud sobre lo que vamos a tratar. Valorando si lo que decimos y hacemos es coherente o contradictorio con lo que transmitimos.

Cuando nuestros compartimientos son contradictorios con lo que pretendemos comunicar, se producen las palabras vacías. Es decir, la comunicación deja de tener el sentido orientativo que buscamos.

Analicemos el primer ejemplo, a muchos padres/madres les preocupa que sus hijos/as adolescentes monten en el coche de algún amigo que haya bebido. Para evitar este comportamiento de riesgo el padre/madre se sentará a dialogar con su hijo/a explicándole y analizando lo problemático de ésta conducta. Es más, los accidentes de tráfico son la primera causa de mortalidad de los jóvenes de este país. El valor de nuestras palabras dependerá de nuestra actitud como padres/madres ante ésta conducta. ¿Cuándo vamos a comer a un restaurante con nuestros hijos/as y hemos consumido alcohol, aunque sea poco, después conducimos el coche de vuelta a casa?, ¿Gestionamos la conducción con nuestra pareja tendiendo en cuenta si uno de los dos bebe?, ¿Cuándo a un amigo le multan por conducir bebido, el peso negativo se los damos al hecho de beber o al control policial?... Pues bien, dependiendo de nuestras respuestas ante este tipo de preguntas, las palabras tendrán un valor u otro. ¿Si mi padre/madre conduce cuando ha bebido porque no puede conducir mi amigo?, ¿Si padre/madre no conduce cuando ha bebido mi amigo debería hacerlo?

Reflexionemos sobre otro ejemplo. “La experiencia” es un conocimiento y/o habilidad que se adquiere tras vivir, sentir o sufrir un acontecimiento. Ésta nos ayuda a gestionar nuestro desarrollo de la forma más saludable posible.  La mayoría de los padres/madres utilizamos nuestras experiencias como un “fondo documental” para educar a los hijos/as. Esto de base es muy positivo, pero cuando nuestras experiencias se convierten en doctrina olvidamos que son personales y no transferibles. Los hijos/as no pueden desarrollar su identidad a través de las experiencias de otros. Entre compañeros/as de profesión solemos expresar “- Padres muy fiesteros en su juventud, padres muy controladores con sus hijos/as”, típica frase del padre/madre: “- No hagas esto porque yo sé lo que pasa si lo haces”. Muy bien papás, sabéis lo que pasará pero vuestros hijos/as no. Al igual que vosotros/as necesita adquirir su propia experiencia para desarrollar su vida de forma saludable.  Es positivo para los hijos/as que les transmitáis vuestra experiencia a través de ejemplos o formas propias de gestionar acontecimientos. Utilizar vuestra experiencia personal de manera taxativa y normativa, además de de ser palabras vacías, puede generar efectos negativos en los menores.   

Como último ejemplo iremos un poco más allá de las funciones familiares. Analicemos las “palabras vacías” que transiten las instituciones públicas. La OMS (organización mundial de la salud) hace tiempo que exige a las administraciones que ejerzan su función protectora de la salud pública y con especial interés en los menores. La mayoría de ayuntamientos han apostado por desarrollar iniciativas en esta línea. Tomemos un ejemplo cualquiera, hace tiempo leía una noticia, donde un alcalde presentaba una campaña preventiva cuyo lema era “divierte sin drogas”. Digamos que pretendían concienciar a los más jóvenes  sobre la importancia de divertirse sin la necesidad de consumir sustancias perjudiciales para su salud. La campaña me pareció interesante, así que decidí obtener más información sobre ella. Con este motivo la busqué en la página web del consistorio. Además de la campaña me encontré con el programa de fiestas del municipio. La curiosidad me indujo a abrirlo y ojear sus contenidos. ¡Cual fue mi sorpresa! En primer lugar descubrí que el mismo programa de fiestas estaba patrocinado por una marca de bebidas alcohólica. También habían programado la fiesta de la cerveza en una plaza, un maridaje de vinos en el claustro del ayuntamiento, casetas con barras a precios populares, entre otras cosas. Recordé que mi intención era analizar la campaña que el alcalde con tanto orgullo presentaba ante la prensa. Pues visto lo visto, desde mi modesta visión profesional entendí que aquel lema estaba compuesto por palabras vacías, ya que sólo con ojear el programa de fiestas se podía establecer una relación entre diversión y consumo de alcohol.

El valor de las palabras nace en la persona que las transmite, en nuestra mano está dotarlas de sentido y contenido. De este modo la comunicación será una buena herramienta orientativa.




Autor: Iván Castro Sánchez

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