…PORQUE YO LO DIGO Y PUNTO!

Imaginaos que estamos viendo a nuestro hijo/a  jugando un partido de futbol. De repente un rival le agrede intencionadamente. Nuestra reacción lógica sería recriminarle al árbitro que sancione la acción. ¡Una agresión no puede quedar sin consecuencia!. El árbitro, que ha observado lo acontecido, decide expulsar al infractor del partido (tarjeta roja directa) explicándole con coherencia que este tipo de actitud no se puede permitir en el deporte y que el reglamento las sanciona con una expulsión del partido. Con seguridad pensaríamos que ha actuado correctamente y además ha sido considerado con el menor ya que le ha explicado las consecuencias de sus actos. Hasta aquí todo lógico.


Pasados un par de minutos de la expulsión, el árbitro se dirige al banquillo del equipo contrario y le indica al jugador/a infractor que puede volver a participar en el partido. Probablemente pensaríamos que eso no es correcto…, esto es perjudicial para los niños/as…, así como va a aprender sino hay consecuencias de sus actos…, incluso podríamos expresar que es un mal árbitro y beneficia al equipo contrario. Pues bien, ¿Cuántas veces, en la familia, actuamos como este árbitro?

Una de las quejas más habitual de  padres y madres son las discusiones familiares provocadas por el incumplimiento de las normas por parte de los hijos/as. Éste es un hecho multifactorial ya que en la transgresión de las normas influyen aspectos como el de la identidad (tratado en el post “Con mi hijo/a es imposible”), nuestra manera de gestionarlas (tratados en los posts “Premiamos el mal comportamiento” y “Al borde de un ataque de nervios”), la proporcionalidad del hecho y el castigo, etc. En esta ocasión lo abordaremos desde otras dos vertientes: los tipos de normas y la cohesión familiar.

Hace ya algún tiempo que utilizo mi propia clasificación de normas y las divido en 3 tipos:

Normas de seguridad/higiene: son aquellas que utilizamos con la finalidad de velar por la salud de los hijos/as. Dependiendo la edad serán más primarias – No subirse a la ventana, - Lavarse los dientes,               - Hábitos alimenticios, etc. Progresivamente irán siendo más complejas como – Horario de llegada a casa,   - Tener o no tener una moto, - Relacionadas con la sexualidad, etc.  
El nivel de cumplimiento de este tipo de normas por parte de los hijos/as es medio. En cierta medida entenderán el sentido de la regla pero se necesitará por parte de los padres/madres un trabajo de concienciación y de corresponsabilidad.

Normas de opinión/gustos: son aquellas que utilizamos con la finalidad de regular y modelar a los hijos/as en nuestro gusto, semejanza e ideal.  – La forma de vestir, - El tipo de ocio que practicar,  - Amigos que no nos gustan, - Orden de su cuarto, etc. 
El nivel de cumplimiento de estas normas por parte de los hijos/as es bajo. Los padres las suelen imponer en base a sus gustos y experiencias personales. Dependiendo de lo ordenado/a que sea el padre/madre exigirá un nivel u otro. Tienen difícil fundamento más allá del “- Porque te lo digo yo y punto!!!”,                  “- Porque soy tu padre/madre!!!”, “- Porque esta es mi casa!!!” . Son el yacimiento perfecto para que el hijo/a vaya definiendo su propia identidad a través del rechazo a la opinión y gusto del padre/madre          “- Pues no me da la gana!!!”

Normas de convivencia: son aquellas que utilizamos para mejorar la relación entre los diferentes miembros de la familia. – Las formas de hablarnos, - Obligaciones domesticas,  - Relaciones sociales, etc.
El nivel de cumplimiento de este tipo de normas por parte de los hijos/as es medio. Son normas de fácil fundamento, ya que se plantean para mejorar la convivencia familiar. Un ejemplo ¿qué es más fácil conseguir, ordenar el cuarto o ordenar el salón? El cuarto es un espacio personal “- Es mi cuarto y lo tengo a mi gusto”. El salón es un espacio común “- Todos/as utilizamos el salón y no quiero tropezarme con tus cosas”. Enfatizar en las normas de convivencia  es importante,  no solo ayudará a nuestros hijos/as sino que mejorará la dinámica familiar. “- Todos recogemos la mesa porque así es más rápido y podremos descansar, jugar...”

En los últimos años se habla mucho de coeducación entre los dos miembros de la pareja. También es verdad que aún estamos lejos de alcanzar niveles óptimos de participación educativa por parte del padre. Desde mi propia experiencia profesional sólo un 20% de los varones participa en las Escuelas de padres y madres. Sin embargo he de reseñar en su beneficio, que según las estadísticas de visita este blog es consultado por un 50% de hombres. En todo caso, esta función continúa estando socialmente muy atribuida a la madre. Recuerdo el caso de un amigo al que las madres de los otros alumnos/as  apodaban el “viudo” porque siempre era él quien llevaba y recogía a los hijos del cole.  Nada más lejos de la realidad ya que estaba felizmente vasado 

La coeducación ha demostrado ser un modelo educativo muy beneficioso para los hijos/as, pero exige a los miembros de la pareja un nivel de cohesión y acuerdo altísimo. Los hijos/as notarán la discrepancia de criterios y se aprovecharan de ella para conseguir sus intereses. ¿Habéis notado como seleccionan a quien solicitar cada petición?. En las normas de opinión/gusto se reflejan con facilidad la ausencia de coherencia y criterio entre la pareja, ya que tienen que ver con las actitudes y gustos personales. Las normas de convivencia son muy propicias para fomentar la cohesión familiar, ya que se pueden generar a través de acuerdos de corresponsabilidad que mejoren las relaciones y roles familiares.

Recuerda, que si pretendes que la norma se cumpla  defínela, fundaméntala y acuérdala. También ayuda gratificarla, pero esto daría para otro post.

 Autor: Iván Castro Sánchez 

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