SOY UN PADRE AMBIVALENTE!!!

La maternidad o la paternidad se va conformando como consecuencia de la suma de momentos, situaciones y experiencias. En muchas ocasiones estas vivencias pueden ser muy gratificantes y nos sentimos afortunados por tener unos hijos que “no mereces”. En otras lo que tienes son ganas de ir a “comprar tabaco” (aunque no fumes) y no volver durante un largo período, dado que algunas situaciones nos generan desesperación.
En los últimos tiempos han
aparecido varios artículos, algunos de personas reconocidas, que describían la
parentalidad como algo frustrante, muy sacrificado y con una recompensa mínima.
Como respuestas a estas opiniones otras personas se han manifestado defendiendo
acérrimamente el placer de tener hijos, la recompensa del amor incondicional, la
satisfacción, etc. e incluso tachando al otro extremo de ególatras y/o
egoístas.
En cierto modo,
las dos visiones tienen parte de razón y me puedo sentir identificado con algunos
de sus argumentos, por este motivo he pasado a definirme como padre ambivalente. Es decir, en un mismo día puedo tener
sentimientos encontrados hacia mis hijas. Nunca he tenido la sensación de no
quererlas, nada más alejado de la realidad, pero en determinadas situaciones
reconozco que las “regalaría”. Como profesional tengo muy claro las teorías
y las bases científicas que me ayudarán a disfrutar de una parentalidad
positiva pero como padre asumo que hay momentos en los que no soy capaz de
aplicarlas, incluso estoy más cerca de hacer lo contrario.
En una situación escuché a una
madre, momentáneamente, definir a su hijo como “idiota”, mi primera impresión
fue sorpresiva: ¿cómo puede calificar a su hijo de manera negativa?,
¿es que no tiene aprecio por su hijo? Si se analiza sin dramatismos y objetividad, seguramente está definiendo un tipo de conducta de su hijo que no le
agrada y esto no tiene nada que ver con el amor que ella le procesa.
Simplemente está en un momento de ambivalencia cotidiana porque el comportamiento de
su hijo le provoca ese sentimiento. Recordad que no somos responsables de todas
y cada una de las conductas de nuestros hijos/as.
En ocasiones el “amor
incondicional” por los hijos/as puede verse afectado, ejemplos: cuando tienes que levantarme 3
veces por la noche y te condiciona el descanso, cuando tienen actitudes
egoístas y autoritarias (síndrome del emperador), cuando vas a comer a un
restaurante y no paran de quejarse y molestar, cuando la profesora te llama la
atención por su comportamiento o trae suspensos, cuando vienen del instituto y
lo más parecido a un saludo es un gruñido, cuando te discute la hora de llegada
a casa, cuando una actividad suya condiciona una tuya, y un largo
etcétera.

La parentalidad está llena de
emociones opuestas, en la gestión de la ambivalencia está la clave. Asumamos que existen
momentos en los que podemos dudar, asumamos que en
ocasiones nos cuesta mucho ejercer la función parental, asumamos que el “sacrificio”
es alto, pero no olvidemos que nuestros hijos/as están aquí porque los hemos traído
nosotros y su objetivo no es hacernos felices sino definir su propia vida. ¿Existe algo más ambivalente que enseñarles a realizar su propio vuelo cuando lo que deseas es retenerlos contigo toda la vida?
Autor: Iván Castro Sánchez
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