ORIENTACIÓN HACIA EL SERVICIO



Hace unos días, casualmente escuché una conversación entre un chico, calculo que tendría unos 10 años, y su madre. En ella, el menor le recriminaba a su progenitora que le había puesto la camiseta del revés. Acto seguido la madre le pedía disculpas ofreciéndose a subsanar el “error”. No escuché el final de la conversación pero intuí que aquella madre era muy servicial y que su hijo era un poco “tirano”.


Cuando nos preguntan cómo es nuestra familia generalmente incorporamos en la explicación el término “ayuda”. En esencia percibimos a la familia como un grupo cercano en el que podemos confiar, que están presentes en los diferentes momentos, además de dispuestos a ayudarnos y realizar sacrificios por nosotros. “La familia no te falla”.

En Pedagogía Familiar este comportamiento deferente se denomina “orientación hacia el servicio”. Los padres desde que percibimos que estamos embarazados orientamos nuestra actitud hacia el servicio. Debido a que el ser humano es totalmente dependiente de sus progenitores durante una largo período de tiempo, nos posiciona por naturaleza en comportamientos protectores. 

La orientación hacia el servicio se describe a través de la “Actitud de ayuda”, que se entiende como el comportamiento facilitador del progenitor en el desarrollo de su hijo/a. En algunas ocasiones la actitud de ayuda por error se puede convertir en “complacer” todas las necesidades de los menores o en suplir sus obligaciones. Generando en los hijos comportamientos autoritarios, dictadores, tiranos, etc. hacia los padres. Las estadísticas nos indican un aumento significativo de las agresiones de menores a sus progenitores.

La diferencia entre proteger y sobreproteger está delimitada por la autonomía del menor. Es decir, la actitud de ayuda parental ha de estar encaminada a dotar de capacidad y autosuficiencia a los hijos/as.  Cualquier concesión que un progenitor realice por motivos de superprotección podrá convertirse en una obligación. ¿Pensáis que un menor de 10 años no tiene capacidad para vestirse solo?. Si recordamos el ejemplo inicial, lo que puede realizar un niño sin problemas se convierte en una obligación para la madre y además con el añadido de ser recriminada si se equivoca.
  
No existe una tabla matemática por la cual guiarnos para determinar las capacidades de autonomía de nuestros hijos. Dado que el desarrollo evolutivo puede fluctuar de manera diferente en los chicos/as sólo existen indicadores. Pero esto no exime que intentemos funcionar por el método de “responsabilidad adaptada”. Se trataría de adecuar progresivamente las funciones de cada miembro de la familia en base a sus capacidades y necesidades. Generando funciones compartidas, que además de ayudar en la autonomía de los hijos facilitan la descarga de tareas en los tutores: cocinar/fregar, recoger/limpiar, lavar/tender, etc. 

Para terminar este artículo sobre la orientación hacia el servicio tendríamos que analizar  nuestros pensamientos parentales. Es decir, como interpretamos, vivimos y ejecutamos cada uno de nosotros la actitud de ayuda, con el objetivo de no percibirla en negativo sintiéndonos sobrepasados y condicionados. Para ello  existe una formula sencilla C+R=D (Comprensión + Reflexión = Decisión). Para aplicarla en primer lugar tenemos que comprender cuales son las características psicoevolutivas, las necesidades reales, la conducta, la actitud, etc. de nuestro hijo/a (responsabilidad adaptada). En segundo lugar, reflexionar si nuestro posicionamiento (actitud de ayuda) potencia o condiciona su autonomía personal y si nos genera a nosotros sobrecarga. A partir de aquí podremos generar una toma de decisiones adecuada a nuestras características (orientación hacia el servicio).   

Autor: Iván Castro Sánchez

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