NO NOS ENTENDEMOS!
Hace unos días una amiga (no diré su nombre para no comprometerla), de
manera medio jocosa medio seria, me decía: “-
Podrías escribir un post sobre como comprender a los hijos adolescentes…”. La
verdad que más que un artículo, se puede escribir una trilogía por fascículos.
Intentaré en estas líneas, apuntar algunos de los aspectos básicos en los que
se fundamentan las dificultades de relación entre padres/madres e hijos/hijas.
Definiré la Adolescencia como
un periodo de transición entre la niñez y la adultez. Hemos de entender que es
una etapa vital en el desarrollo de los chicos, es decir, no se puede evitar y
es imprescindible. Pero para satisfacción de algunos padres, se ha de expresar
que tiene principio y final. En nuestra sociedad, los primeros “síntomas” comienzan
a aparecer sobre los 10 años y remiten sobre los 22 años. Con una fase más
marcada entre los 13 y los 18 años.
En primer lugar, analicemos una actitud muy curiosa que tenemos los
progenitores. De los 0 a los 9 años pretendemos que los hijos crezcan de
manera rápida y activa, motivándoles para ello, es decir, cuantas más conductas
adultas tengan, mucho mejor. Ejemplos: Ya
eres mayor para vestirte solo…, ya vas al cole de los mayores…, Que mayor eres!
comes solo…, etc. Pero sin embargo
de los 10 a los 18 años pretendemos que crezcan más despacio y pausadamente.
Cuando ellos nos piden cosas, les contestamos que aún son pequeños para tal
asunto, que es de mayores. Ejemplos: Quiero
ir solo al parque, aún eres pequeño!, Quiero volver a tal hora, Eres muy
pequeño!, Quiero elegir mi ropa… Quiero un móvil, no tienes edad!, etc. Quizás
lo disonante de nuestros discursos pueda dificultarles la comprensión.
En segundo lugar, analicemos aspectos más objetivos de la adolescencia. Si
todos comprendemos que es una transición hacia la vida adulta, ésto se supone
que es un “cambio” y los cambios conllevan modificar elementos esenciales.
El principal elemento a cambiar es la
identidad, el chico/a comenzará una búsqueda de su propio punto de vista,
de sus propios gustos, de sus propios pensamientos, etc. diferenciándose de las
personas (padres/madres) que le estaban marcando esas pautas. Para ello puede
buscar la discusión, la negación, el inconformismo, la pasividad, etc. Cuanta
mayor necesidad de identidad mayor intensidad de los conflictos de opinión, gustos,
etc. Pensar que los chicos nos discuten para cabrearnos y enfadarnos, supone no
comprender la etapa en la que se encuentran. Nos discuten para autoafirmarse,
para crear su propia identidad diferenciada de la nuestra. Cuanto más intransigentes
seamos, más dinamita para el conflicto.
Otro de los elementos que puede provocar incomprensión es la búsqueda del límite. Durante la
infancia los chicos/as cumplirán o no las órdenes, pero no suelen ponerlas demasiado
en duda. Es conocido por todos, que durante la adolescencia se suelen producir
conductas/actividades de riesgo, generalmente para probar sus propios límites.
De igual manera buscarán cuales son los límites de sus progenitores. Es muy
común escuchar a un padre o madre quejarse de que su hijo/a le hace perder los
nervios. En el fondo están buscando identificar hasta dónde pueden llegar. En
alguna formación con profesores cuando hablamos de autoridad suelo poner un
ejemplo relacionado con los límites: Cuando
un docente envía a un alumno/a que se “comporta mal” al despacho del director o
jefe de estudios, indirectamente transmite el mensaje de que el límite no está en
él. A partir de ahora sabe que se puede saltar al profesor, el que manda es el
director/jefe de estudios. Llegar al
límite está más en nuestra mano que en la de nuestros hijos/as.
Puede que otro de los aspectos que nos provoca incomprensión sea la gestión de las emociones. Los
adultos “en teoría” tenemos más capacidad de control emocional, simplemente por
el hecho de haberlas experimetado ya tenemos unos conocimientos que nos ayudan a dominarlas. Los
chicos comienzan a experimentar y sentir un gran abanico de emociones por primera
vez, lo que provoca que sus vivencias sean muy intensas. Cuando cruzamos
emociones con ellos, el peso emocional es muy diferente, lo que para una madre
es un simple comentario para un hijo puede ser la mayor de las ofensas. Lo que
para un padre es algo banal para una hija es lo más importante de su vida. Debemos
intentar ser empáticos con ellos/as.
El título del post es “no nos entendemos” con toda intención no he puesto “no
le entiendo”, ya que la incomprensión es mútua. La diferencia es que nosotros
somos los adultos y debemos hacer el esfuerzo de comprenderles. Y, en cierta
manera, ellos necesitan no entendernos para entenderse a sí mismos.
Autor: Iván Castro Sánchez
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