DE LA ORIENTACIÓN AL CONSEJO
En ocasiones, cuando he preguntado a padres y madres el motivo por el cual
asisten a la charla o curso familiar, muchos suelen responderme: “- para saber si lo estoy haciendo bien”.
Qué responsabilidad por mi parte, establecer la delgada línea de lo correcto o
incorrecto en la educación familiar. Evidentemente rehúyo de esta atribución!!!.
Para ello proyecto sobre la pantalla la siguiente frase: “Todos los padres y madres quieren educar a sus hijos de la mejor
manera posible. Ningún padre educa voluntariamente de forma incorrecta”.
A partir de esta reflexión, podemos entender que las dificultades para
educar están más centradas en la falta de tiempo, de energía, de conocimiento,
de reflexión, etc. que en la intención de hacerlo negativamente. Igualmente, todos
coincidiremos que los padres tienen como “obligación” educar a sus hijos, pero
claro eso de educar es más complejo de lo que parece (o de los que no tienen
hijos se creen).
Si desgranamos los contenidos que forman el proceso de la educación
familiar, aparecerían dos funciones parentales básicas: la de “orientar” y la
de “aconsejar”. Aparentemente son dos conceptos que se podrían entender como
sinónimos, pero en sus diferencias se definen estilos y procesos educativos
distintos. Etimológicamente, orientar
está más relacionado con encaminar, conducir,
encauzar o dirigir y aconsejar
con opinar, dar, asesorar o pedir consejo.
Así, las funciones de orientación
tendrían más peso en los primeros años de vida de los hijos, donde comienza a
cimentarse las bases de los comportamientos. Se entiende necesario
mostrar las direcciones a seguir, encaminar las actitudes o dirigir a los hijos
por las “sendas educadas”. En esta época los padres juegan un rol más protector e incluso de autoridad ya que
los hijos carecen de cierta autonomía y necesitan que les ayuden a cubrir
muchas de sus necesidades básicas.
Por otra parte, las funciones de aconsejar
adquieren más importancia en la etapa final de la infancia y en la
adolescencia. En esta fase los chicos comienzan a desarrollar el pensamiento
crítico. A partir de aquí se estima más necesario escuchar antes de opinar,
mostrar puntos de vista, no imponer
sino negociar, dar opiniones alternativas, etc. Los padres deben fomentar la
autonomía de sus hijos, adquirir un rol más enfocado al acompañamiento. Ésta
será una función universal que irá aumentando durante todo el desarrollo vital.
Los sistémicos sostienen que una de las funciones familiares básicas es la capacidad de adaptación de cada uno de
los miembros a las realidades del resto.
Es decir, es necesario que los padres se vayan adecuando a los procesos
madurativos de sus hijos/as. Evitando caer en actitudes de super-protección
(infantilismo), donde se ejerce de “padre helicóptero” supervisando, encaminando
y dirigiendo a los chicos en la dirección que los padres quieren, sin tener
opción de equivocarse. Esto dificultará su toma de decisiones ya que
necesitaran de la orientación de los padres, generando una falta de autonomía
importante. Por el contrario, también es importante no caer en actitudes de
sobre-autonomía (adultismo), ejercer sólo de “padre observador” que no
interviene para que su hijo aprenda por ensayo-error, ésto dificultará
igualmente su autonomía condicionada por el miedo a fracasar.
Para evitar estos posicionamientos erróneos, evaluar nuestras posiciones
ante hechos concretos, desde los prismas de la orientación y el consejo, nos
puede servir como ayuda para autointerpretar “si lo estamos haciendo bien o mal”.
Autor: Iván Castro Sánchez
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