GESTIÓN DE PANTALLAS
Con la llegada de las vacaciones escolares los hijos/as aumentan de manera
considerable el tiempo libre. Para las familias esto puede ser un verdadero
quebradero de cabeza, dado que la gestión del ocio no es una tarea fácil. Una consecuencia de carecer de actividad
programada es el aumento del tiempo que los menores pasan delante de
ordenadores, tabletas, móviles, televisión, etc. lo que se denomina actualmente
como “uso de pantallas”.
El uso de pantallas por parte de los más pequeños está siendo muy
investigado, existen diversos estudios y publicaciones que relatan los posibles
efectos adversos de la mala gestión de pantallas. Recomiendo el estudio de Sheri
Madigan investigadora de la Universidad de Calgary que realizó un seguimiento a
2.400 niños canadienses, demostrando que no sólo existe un efecto sobre el
desarrollo cognitivo sino también sobre el psicomotriz.
Demonizar la utilización de pantallas no tiene mucho sentido porque su uso
es muy dispar, puede ser una herramienta
de aprendizaje o un instrumento ocioso. En lo que coinciden casi todos los
autores es que independientemente del uso, el tiempo debe ser limitado.
El campo de las adicciones ha tenido que actualizarse rápidamente, ya que se observa el aumento de las dependencias a las pantallas
como algo realmente preocupante. Siendo esta adicción las más significativa
dentro de las dependencias a “no sustancias”.
Las pantallas como instrumentos de entretenimiento tienen elementos de
riesgo que afectan directamente a la concentración y a la imaginación, esenciales
en el proceso psicoevolutivo. La combinación de estimulación auditiva, el
desarrollo de grafismos adaptados a las edades, la funcionabilidad de
interacción (toma de decisiones y movimientos) y todo lo relacionado con los componentes del
juego (premios, gratificaciones, etc.) hacen de las pantallas instrumentos
potencialmente adictivos.
El estado de concentración que mantiene un menor cuando está jugando con pantallas
no podrá ser igualada con ninguna otra actividad. Algunas investigaciones determinan
que la sobre estimulación que reciben a través de las pantallas, condiciona,
por ejemplo, la capacidad de concentración en los estudios, ya que no encuentran
los estímulos necesarios para mantenerse atentos.
Los grafismos y contenidos a los que se puede acceder, a través de las
pantallas, están tan desarrollados que delimitan la capacidad de imaginar. Provocando
la incapacidad de gestionar el aburrimiento, muy necesario para el desarrollo
evolutivo. Los tiempos sin pantallas son difíciles de gestionar y se suelen
resolver con actividades muy adrenalinicas.
Las casas de apuestas hace tiempo que focalizan su esfuerzo en dirección a
las pantallas (juego on line). La adicción al juego no está directamente relacionada
con el premio, sino con la sensación que te produce la posibilidad de
conseguirlo. Muchos de los juegos infantiles se basan en la consecución de
premios dentro del propio juego. En
algunos juegos infantiles el sonido es idéntico del que tenían las maquinas “tragaperras”.
Quizás el factor más determinante es que las pantallas se han convertido en
un instrumento de comunicación social. Este uso social comienza a aparecer en
la etapa final de la infancia, donde la relación con el grupo de iguales es
determinante. Aparecen riesgos como los retos virales “Challenge”, la dismorfia
snapchat, el ciberacoso, etc. Lo intentaré abordar en otro post de manera más
concreta.
Por último, sobre los tiempos de usos según la Academia Americana de
Pediatria, el “screen time” o “tiempo de pantallas” en niños son los
siguientes: de 0 – 2 años: nada de
pantallas, de 2 – 5 años: entre media
y una hora al día y de 7 – 12 años: una
hora con un adulto delante.
Autor: Iván Castro Sánchez
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