¿PREMIAMOS EL “MAL COMPORTAMIENTO”?
Si nos preguntasen ¿premiáis el mal
comportamiento de tu hijo/a? nuestra respuesta inmediata sería "NO". Si lo analizamos con detenimiento
puede ser que en ocasiones "SÍ" lo
hagamos inconscientemente.
Una de las principales necesidades
emocionales de la infancia, es establecer lazos
relacionales con los padres/madres. De esta manera los niños/as necesitan
de la atención por parte de sus
progenitores. Cuando vamos a verle en una
actuación del colegio, nos buscará continuamente con la mirada e incluso
saludará, aunque el profesor le haya dicho que no lo haga. En el parque te dirá
que le mires lo alto que sube en el columpio... Estarán permanentemente
pendientes de nosotros/as. En la medida que el niño/a va creciendo éstas
irán disminuyendo progresivamente, en la adolescencia esto será muy diferente.
De todas formas, las personas,
incluidos los adultos, necesitamos del reconocimiento. Cuando en el trabajo
hacemos un esfuerzo o conseguimos el objetivo
esperamos “la palmadita en la espalda” como expresión de valoración.
En circunstancias comunes, un alto
índice de lo que se denomina “mal comportamiento”, está asociado a las llamadas de atención. Cuando el
chico/a necesita de nuestra atención y no lo consigue, utilizará su comportamiento
como estrategia de reclamo. Cuando éstos se producen de manera habitual pueden
ser el reflejo de una “carencia
emocional”.
En algunas ocasiones, durante mis
encuentros con padres y madres, han expresado la falta de tiempo que tienen
para interactuar con sus hijos/as más allá de las obligaciones diarias. Es
verdad que las obligaciones laborales, las actividades de nuestros hijos/as,
las necesidades básicas, etc. dejan poco tiempo para relacionarnos en familia.
Pero siempre respondo lo mismo, no es sólo cuestión del número de horas que
pasamos con nuestros hijos (debate interminable: conciliación
laboral-familiar), sino también del nivel de intensidad y de relación que se
establece en los momentos que estamos juntos.
Analicemos, a modo de ejemplo, de forma
simple, genérica y un poco estereotipada nuestra actitud ante dos tipos de comportamiento de nuestros hijos/as:
El niño/a está entretenido montando un puzzle
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El niño/a está tirando los objetos de una
estantería
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¿Qué hacemos?
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Como está
entretenido: Aprovechamos para leer, hacer la comida, trabajar, ducharnos…
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Como se
está portando mal:
Nos
dirigimos hacia el lugar de los hechos.
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¿Cómo interactuamos?
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Podemos
hacerlo desde la distancia, desde otra habitación. Interactuación Indirecta.
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Desde la cercanía,
la proximidad. Lugar de los hechos. Interactuación Directa.
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Nivel de comunicación
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Nivel de
comunicación bajo.
No queremos
molestar.
Comunicación
no verbal baja.
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Nivel de
comunicación alto.
Necesitamos "recriminar".
Comunicación
no verbal alta.
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Nivel de atención
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Nivel de
atención bajo.
Ojeamos que
todo este en orden. Control puntual.
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Nivel de
atención alto.
Dejamos de
hacer lo nuestro.
Control
exhaustivo.
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Nivel relacional
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Nivel
relacional bajo.
No existe
relación cada uno hace su actividad.
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Nivel
relacional alto.
Estamos
pendiente del cumplimiento de nuestra medida correctora.
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Posibles consecuencias
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El buen
comportamiento puede ser ignorado a nivel relacional entre padre/madre e
hijo/a
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El mal
comportamiento puede establecer una relación entre padre/madre e hijo/a,
aunque ésta sea no saludable.
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Por tanto, podría parecer que en
ocasiones premiamos el mal comportamiento. Ante la ausencia de lazos de
relación saludables, los chicos/as buscarán llamar la atención a través de
comportamientos disruptivos. No servirá de mucho ignorar los malos
comportamientos, como recomiendan la mayoría de autores, si no establecemos y
compartimos lazos relacionales en las buenas actitudes.
El modelo de educación en positivo
basa sus estrategias a través del refuerzo de las conductas positivas. Los
chicos/as tienden a repetir aquellas acciones que les provocan placer. En este
caso mientras el/la menor monta el puzzle podemos sentarnos a jugar con él o
ella, comunicarnos de manera verbal y no verbal durante la actividad, prestar
atención a sus intereses… nos ayudarán a
reducir las conductas disruptivas como estrategias de llamada de atención.
Quizás sería interesante que el
chico/a recordase aquella actividad
como: “el puzzle que hice con mi padre/madre”.
Autor: Iván Castro Sánchez
Muy interesante
ResponderEliminarUna buena reflexión.. Digna de tener en cuenta!!!
ResponderEliminarBsos,
Carolina
Carol lo importante es reflexionar ;)
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