CUMPLEAÑOS FEEEEELIZ!!!
Últimamente en mi círculo de amistades algunos de los temas de conversación
versan sobre las fiestas infantiles y toda su parafernalia. Es conocido por
muchos que el ocio familiar, en gran medida, empieza a estar condicionado por
las fiestas de cumpleaños de los compañeros/as de clase de nuestros hijos/as. He
participado en muchas y diversas formas de celebrar los cumpleaños y todas en
esencia me parecen perfectas, ya que conjugan los gustos parentales con los
filiales. No pretendo en este post definir ningún modelo apropiado, pero si hacer
una reflexión.
Siempre me ha llamado negativamente la atención aquellas pseudo bebidas sin
alcohol que imitan a champanes, licores, etc. Me explico, este tipo de
imitación por parte de los menores de determinadas actuaciones de los adultos, de
base no me parece correcta. Somos muchos los profesionales de la prevención los
que entendemos que esto contribuye a fomentar el consumo de alcohol entre los
menores. No solo porque se asocie que el consumo de estas bebidas que imitan a
la de los adultos como no perjudiciales. Sinó también porque desde muy
pequeños ya les transmitimos que para divertirse y celebrar es necesario
utilizar bebidas alcohólicas.
Alguno puede pensar que a los chicos/as estas bebidas les encantan y que
son ellos/as mismos los que la solicitan. Quizás si les dejásemos fumar vapor de
tabaco de manzana, no perjudicial para la salud, también estarían encantados y
lo pedirían. Diariamente limitamos algunas de sus peticiones con criterios
educativos, pues ésta podría ser una de ellas y creo que el cumpleaños seguiría
siendo algo fantástico para él/ella. Recuerdo ese mensaje repetitivo que los
padres y madres transmiten a sus hijos/as en sus primeras salidas nocturnas: “para
divertirse no hace falta consumir alcohol” con el objetivo de prevenir ciertos
riesgos asociados al alcohol. Pues evitar cierto tipo de bebidas en sus
primeras celebraciones quizás nos ayuden a dar parte de valor a este mensaje.
Recordaré que el alcohol es la droga que más problemas de salud genera
directa e indirectamente sobre la población. Que la primera causa de mortalidad
de los jóvenes son los accidentes de tráfico y en demasiadas ocasiones
asociados al consumo de alcohol. Que es la droga con mayor aceptación social y,
por ello, una baja percepción de riesgo. Que es la droga más consumida por la
población y que alrededor de ella incluso se genera una cultura. Con esto no
pretendo alzarme en contra del consumo de alcohol, pues creo que se puede
llegar a mantener un uso maduro y no problemático. Además, pretender ésto no
dejaría de ser una utopía, sería más pragmático y realista educar de alguna
manera en los usos.
Tengo la seguridad de que nuestros hijos/as acabaran estableciendo de una
manera u otra contacto con el alcohol. Pero me gustaría que ese contacto no les
generase problemas, por eso intento educarles desde pequeños a través de mi
propia relación con la sustancia. Empiezo por no relacionar mi consumo con la necesidad de desconectar o relajarme.
Algunas veces celebramos y festejamos sin la necesidad de tener presente el
alcohol. Cuando he bebido, además de no conducir, les hago saber los motivos
por los cuales conduce su madre. Evidentemente no consumo a diario. Si por la
razón que sea voy a abusar del alcohol procuro que no estén delante, es decir
no suelo llevarlos a celebraciones de mayores. Recuerdo a un paciente que me
expresaba que de pequeño le gustaba ir al bar porque allí su padre era más simpático
que en casa.
Siempre me he considerado un profesional bastante flexible frente al
consumo de drogas, pocas veces mis posturas han sido radicales y/o
prohibicionistas. Pero cuando nos referimos a menores, tengo claro que no puede
existir un uso maduro con el alcohol, que cuanto más tarde llegue el contacto
con la sustancia mejor. Si vas a ofrecer “champin” en el cumpleaños de tu hijo/a
no hace falta que invites a los míos, el champan mejor para los adultos y que
sea del bueno…
Autor: Iván Castro Sánchez
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