¿ESTAMOS PREPARADOS/AS PARA EDUCAR EN PAREJA?
Presiento que con este post me puedo
a meter en un berenjenal importante, pero hace tiempo que me ronda por la
cabeza la idea de reflexionar sobre diversos temas de la coeducación. De antemano, no
tengo ninguna duda sobre el valor y la complacencia que dan los hijos/as al núcleo familiar. El
nacimiento o acogida de un hijo/a será para siempre uno de los recuerdos más
importantes que tendremos los padres/madres a lo largo de nuestra vida. Y, con
seguridad, en primera instancia reforzará los lazos de unión de la pareja. Pero
una vez que ha llegado ¿educamos los dos?
Una buena amiga siempre dice que los
embarazos duran 9 meses para que tener tiempo suficiente de asumir lo que está
por llegar. Es verdad que durante este tiempo tratamos de organizar la
bienvenida al nuevo miembro de la familia. Principalmente, lo utilizamos para disponer de todos aquellos
elementos que serán necesarios para el bienestar del recién nacido: cuna,
carro, ropa, habitación, silla… Sin embargo, ¿Cuántas horas dedicamos a planificar, con la pareja, cómo nos gustaría
educar al retoño/a?
Algunos estudios reflejan que la
incorporación de la mujer al mundo laboral ha sido uno de los factores
precursores para que los hombres asuman un papel importante en la función
educativa de los hijos/as. Parece ser, que tradicionalmente este rol era más asumido
por la madre. En la actualidad, el padre, por diversas razones, también quiere ser parte activa de esta
función familiar. Dos datos con mucho sesgo: La presencia de mujeres en mis
escuelas de padres y madres es de un 70% frente a un 30% de hombres. Sin
embargo las estadísticas de mi blog reflejan que un 52% de los lectores son
hombres.
De base, soy un firme defensor de que
los dos miembros de la pareja eduquen conjuntamente, ya que eso mejorará mucho
la calidad de la función orientadora de los progenitores. Pero eso no evita que
entienda que la coeducación es compleja y que, mal gestionada, puede llegar a
ser un precedente de conflictos en la pareja.
El nacimiento de un hijo/a provocará
una explosión de emociones pero también una modificación de los estilos y
hábitos de vida. Desde el primer momento, la pareja tendrá que acordar
decisiones que marcarán el modelo relacional entre los diferentes miembros. Un
ejemplo inicial es decidir si dormir o no en colecho. Estas decisiones
consensuadas, irán tomando más relevancia en la medida que los hijos/as vayan
creciendo, ya que también serán parte más activa en la toma de decisiones.
Que los hijos/as observen cierta
discrepancia entre la pareja a la hora de tomar alguna decisión, no tiene por
qué ser algo negativo. Pero si el modelo educativo cambia, con dependencia de
qué parte de la pareja esté presente, probablemente generaremos un estilo
bastante caótico e ingestionable. Tema que daría para escribir varios post,
pero en este caso me interesa más el efecto de la coeducación en la pareja.
Detrás del estilo educativo que
practiquemos existen elementos personales como los gustos, los sueños, las
expectativas, las experiencias, las opiniones, etc. de cada uno de los miembros
de la pareja. Podría darse el caso que en ocasiones éstos no coincidan,
pudiendo generar discrepancias importantes que fracturen la cohesión de los progenitores. Cuánta
más divergencia exista en los estilos educativos, más probabilidad de frustración
y distanciamiento en la pareja, pudiendo afectar negativamente a los pilares de
la convivencia.
Parece estar demostrado, que el mejor
componente para coeducar sería la
comunicación y el consenso entre los progenitores. Reflexionar y acordar
conjuntamente el estilo educativo no es tarea fácil, pero sí necesaria. Educar
de forma cohesionada es quizás el mejor ejemplo que se le puede dar a un
hijo/a. El post “…Porque yo lo digo y
punto!” trata sobre las normas y en
él se menciona la importancia de aquellas relacionadas con la convivencia, pues
también uno de los objetivos de la educación en pareja ha de ser mejorar la
convivencia.
En un encuentro con padres y madres
me preguntaron: ¿con padres/madres
separados se puede coeducar? Mi respuesta es que SÍ. La coeducación va más
allá de la persona con la que duermes. La separación no elimina la
responsabilidad orientadora de cada uno de los progenitores. Con independencia
del vínculo emocional entre padres y madres, el objetivo frente a sus hijos/as
sigue siendo el mismo. Además, no se ha de olvidar que el receptor del estilo educativo es el/la menor, y no tengo dudas que tanto el padre como la
madre desean lo mejor para sus hijos/as. La clave estará en establecer espacios
de dialogo donde tratar aspectos que afectan al proceso madurativo de los
menores.
Si por alguna razón, alguno de los
miembros no puede ser parte activa en la educación de los hijos/as, que imite
al sistema tradicional: la madre educaba y el padre reafirmaba. Mítica frase: “- ya verás cuando venga tu padre”.
Fuera de bromas, el modelo coeducativo demuestra más calidad y eficacia orientadora,
pero no es posible sin comunicación y consenso entre la pareja.
Autor: Iván Castro Sánchez
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