…QUE MAYOR ESTÁ MI NIÑO/A!!!
Quizás la mayor
satisfacción que puede tener un padre o una madre es ver a sus hijos/as crecer
de forma saludable. Cada nueva expresión verbal, cada centímetro de
crecimiento, en general cada evolución se celebra con júbilo. Además estamos
deseando que exprese su primera palabra, que dé su primer paso, que comience a
leer, que sepa escribir… y cuanto antes lo haga mejor.
Una de las frases
más comunes que podemos escuchar a un abuelo/a es: “- No es porque sea mi nieto/a, pero este niño/a hace cosas que con su edad no son normales….” Observando
en el pequeño/a cierto nivel de “supercapacidad” que el resto de los niños/as
del planeta no tienen.
Estos deseos se
reflejan de forma habitual en el lenguaje y las expresiones que utilizan los
padres y madres para comunicarse con los hijos/as: “- que mayor es mi… - que grande está mi chico/a… - Pronto irás al “cole”
de los grandes… - Con la edad que tiene es capaz de…, etc.” Indirectamente
se proyecta una especie de “adultismo”
como estrategia para que los chicos/as se motiven. Si le añadimos que se recriminan algunas conductas con frases
como: “-No seas bebé!, - … eso es de críos,
etc.” provocando un cierto rechazo a
actitudes propias de su edad.
De esta manera
los hijos/as tienden a imitar
comportamientos adultos, evitando en ocasiones comportamientos más propios
y lógicos de su edad. Buscan reafirmarse
en frases que les expresen que son mayores. Como ejemplo los chicos/as tenderán a ponerse más edad de la que
realmente tienen. Si les faltan 4 meses para cumplir años ya dirán que tienen
tal edad.
Es fácil
encontrarte con niños y niñas de tan sólo 3, 4 o 5 años en procesos pedagógicos
(actividades, talleres, academias, etc.) cuya complejidad es claramente
inadecuada para sus posibilidades neurológicas y/o físicas. Si antes toca el
piano o el violín, si antes empieza a leer, si antes empieza a jugar a tal
deporte, etc. mejor. Quizás los padres/madres con ésto busquen una mejoría de
la especie o quieran crear algo parecido a un “atleta de alto rendimiento”. Las
exigencias que superan las posibilidades suelen generar frustración y baja
autoestima.
Socialmente se
admira a los “niños/as prodigios”,
sólo hay que ver el éxito de los programas televisivos donde menores de 12 años
realizan y dominan campos artísticos/profesionales más propios de adultos. Cuanto
más pequeño es el niño/a y más pronto lo consigue hacer, más admiración
obtienen del mundo adulto. No hace falta recordar la larga lista de “muñecos
rotos” cuando estos chicos/as se convierten en adultos y ya no reciben la
ansiada “admiración social”.
Si nos fiamos del
informe PISA sobre los sistemas
educativos de todo el mundo, el modelo finlandés es con diferencia el
mejor. Parece ser que el “cuanto antes
mejor” no es uno de sus pilares educativos, ya que por ejemplo no aprenden
a leer hasta los 7 años. Otro ejemplo es que la mayoría de niños/as no empiezan
en el sistema educativo hasta los 6 años, en España prácticamente el 100%
empieza a los 3 años. Uno de sus
objetivos es enseñar al niño/a cuando está “maduro”, basando los aprendizajes en sus propios intereses y en ningún caso adelantando los conocimientos a sus
propias capacidades.
Heráclito decía
que “nunca te bañarás dos veces en el
mismo río”, ya que los elementos como el cauce y el agua que corren por el
río han cambiado siguiendo el compás del tiempo. A partir de este fundamento
filosófico entendemos que la infancia no se puede recuperar. Será un grave
error pretender e inculcar en nuestros hijos/as actitudes y comportamientos
“adulterizados”. Fomentar que disfruten y vivan de forma plena la infancia será
el mejor cimiento para que nuestros hijos/as tengan una vida adulta
satisfactoria.
(Post inspirado tras una larga conversación con El Chojin)
Autor: Iván
Castro Sánchez
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